October
Following his Ancestors’ Path, a Scientist Finds Purpose
Conservation scientist Hector Ortiz Cano grew up in Sonora, Mexico, where he learned from his ancestors’ reverence for the land.
Though Ortiz dreamed of following in their footsteps to become a farmer, circumstances led him to forge a different path to honor the land and his ancestors. Now at the Chicago Botanic Garden, Ortiz says his profession and purpose began to form in his postgraduate work, studying quelites, a plant from the Amaranthaceae family.
Although some amaranths are ancient grains related to quinoa, several of them are native to Mexico and were long revered and consumed as sacred plants. Currently, many of them are dismissed as weeds, but amaranth’s leaves, also called quelites, are edible and a rich source of iron.
“This plant was food for me growing up, and for my ancestors,” Ortiz said. “For many people, this plant is just a weed. To me and my family and ancestors, it was one of our sacred foods and a staple that has so much to offer the world. That’s when I found my place as a scientist and researcher, honoring my ancestors, and the gifts the natural world provided for me growing up.”
In celebration of National Hispanic Heritage Month, we asked Ortiz to share the story of his ancestral roots and how he connects ancestral plants, farming techniques, and cultures in his work at the Garden’s Negaunee Institute for Plant Conservation Science and Action.
While Ortiz welcomes his Hispanic heritage from Mexico as part of his life and its influence, he distinguishes it from his Mestizo Indigenous roots, which have guided and shaped him.
He is a descendant of the Pima people of northern Sonora, Mexico, and the Totonaca from Mexico, but he explains how they were welcomed by the Yoreme people in south Sonora after his grandparents were among those forced to relocate to the region in the cultural socioeconomic environment in the mid-1930s.
Like many other families that shared the same fate, they were accepted by the Yoreme people and assimilated into the community and the region. And, as with many other Mestizos with different ethnic ancestry and adopted in the region at an early age, he was taught to respect, honor, live, and love the Yoreme traditions.
“I grew up in a period I call the ‘old Mexico,’” he said of his childhood in a small rural village. “As my family was part of the community, I owe my way of living and cultural and ecological understanding to that community.”
His reverence for the environment and the importance of plants for our different cultures globally, informs his work on culturally significant plants, wild, ancestrally domesticated and cultivated species—specifically the plants used by pre-Columbian groups—and the pressing need to develop effective conservation strategies and cultural protection.
Fueling his work, too, is the guiding principle of his ancestors. "Si no naciste para servir, no sirves para vivir." It means: "You are born to serve, and you have to earn your right to live," he said.
Ortiz’s early dream of fulfilling that mission by becoming a Sonoran farmer was halted by economic crisis and severe droughts that afflicted the region. “I had to let go, and tune into what I was brought to earth for,” he said.
His purpose didn’t crystallize until his early 20s, while pursuing a master’s degree at the Drylands Research campus of Autonomous Chapingo University where he researched amaranths.
Ortiz continues to define his purpose, studying native plants’ power for regenerative restoration and conservation, biodiversity of species, and fragile ecosystems threatened by climate change. He also studies ancestral agriculture, drylands farming techniques, and systems important in the past for our ancestors and in the present to fight climate change. Now the same principles can help farmers, including those in his Sonora homeland, face the challenges of a changing climate.
One of Ortiz’s current projects focuses on the study of agaves. This ancestral culturally significant plant, with 220 different species, is one of the largest group of succulents on the planet. Unfortunately, tequila and mezcal’s runaway commercial success has led to massive plantings of just a few species used to make the spirits, threatening, and often destroying the habitats of many wild species and their ecosystems.
For Ortiz, his research is not just about ancient agriculture or ancestral ecosystems, but a way of living, a way to protect culture and conserve ecosystems to honor the natural world and our ancestors. Although far from Sonora, living in Chicago, he always finds his way home in the Valle del Mayo in the Yoreme ancestral land, where he continues visiting his community to respect and honor those who once provided a new home, a family, and a culture to his family.
Un científico encuentra su propósito siguiendo el camino de sus antepasados
El científico conservacionista Héctor Ortiz Cano creció en Sonora, México, donde aprendió a honrar el legado de sus antepasados por la tierra.
Aunque Ortiz soñaba con seguir sus pasos y convertirse en agricultor, las circunstancias lo llevaron a forjar un camino diferente para honrar la tierra y a sus antepasados. Ahora en el Jardín Botánico de Chicago, Ortiz dice que su profesión y su propósito comenzaron a formarse en su trabajo de posgrado, estudiando quelites, una planta de la familia Amaranthaceae. Los amarantos son granos antiguos relacionados con la quinua, y varios de ellos son nativos de México y fueron consumidos y venerados durante mucho tiempo como plantas sagradas. Actualmente muchos de ellos, son considerados como maleza, pero las hojas de algunas amarantaceas, también llamadas quelites, son comestibles y son una rica fuente de hierro.
“Esta planta fue alimento para mí cuando era niño y para mis antepasados”, dice Ortiz. “Me di cuenta de que para muchas personas, esta planta es solo una mala maleza. Para mí, y mi familia, y mis antepasados, era uno de nuestros alimentos sagrados y un alimento básico que tiene mucho que ofrecer al mundo. Fue entonces cuando encontré mi lugar como científico e investigador, honrando a mis antepasados y los regalos que el mundo natural me brindó cuando era niño”.
Para celebrar el Mes Nacional de la Herencia Hispana, le pedimos a Ortiz que compartiera la historia de sus raíces ancestrales y cómo conecta las plantas ancestrales, las técnicas agrícolas y las culturas en su trabajo en el Instituto Negaunee para la Ciencia y la Acción de la Conservación de Plantas del Jardín.
Si bien Ortiz acepta su herencia Hispana, Mestiza-Indígena de México como parte de su vida y su influencia, la distingue de sus raíces Indígenas Mestizas, que lo han guiado y moldeado.
Él es descendiente de Pimas del norte de Sonora, y Totonacas from México, pero explica cómo por su lado materno fueron acogidos por el pueblo Yoreme en el sur de Sonora después de que sus abuelos estuvieran entre aquellos que se vieron obligados a trasladarse a la región en el entorno socioeconómico cultural a mediados de la década de 1930. Como muchas otras familias que compartieron el mismo destino, fueron aceptados por el pueblo Yoreme y asimilados a la comunidad y la región.
“Crecí en una época que llamo el ‘viejo México,’ ” dijo sobre su infancia en un pequeño pueblo rural. “Como mi familia era parte de la comunidad, debo mi forma de vida, de pensar, y mi comprensión cultural y ecológica a la comunidad.”
Su reverencia por el medio ambiente y la importancia de las plantas en nuestras diferentes culturas globalmente, informa su trabajo sobre plantas de importancia cultural, especies silvestres, ancestralmente domesticadas y cultivadas —específicamente las plantas utilizadas por grupos pre-Colombinos— y la necesidad apremiante de desarrollar estrategias efectivas de conservación y protección cultural.
Su trabajo también se alimenta del principio de vida de sus antepasados, añade: “Se traduce como: ‘Si No Naciste para Servir, No Sirves para Vivir.’”
El sueño inicial de Ortiz de cumplir esa misión y convertirse en agricultor de Sonora se vio truncado debido a la crisis económica, las sequías severas y devastadoras que afectaron a la región. “Tuve que dejar mis sueños y sintonizarme a mi misión en esta existencia,” dijo.
Su propósito no se cristalizó hasta que tenía poco más de 20 años, mientras cursaba una Maestría en Ciencias en el campus de Investigación de Zonas Aridas de la Universidad Autónoma Chapingo donde realizaba sus investigaciones sobre plantas de amaranto.
Ortiz sigue definiendo su propósito: estudia el poder de las plantas nativas para la restauración regenerativa y su conservación, la biodiversidad de especies de plantas y ecosistemas fragiles en peligro por cambio climatico, y al estudio de las técnicas agrícolas ancestrales y de secano que fueron en el pasado importantes para nuestros ancestros en el pasado y en el presente para combatir cambio climatico. Ahora, los mismos principios pueden ayudar a los agricultores, incluidos los de su tierra natal en Sonora, para enfrentar los desafíos de un clima cambiante.
Uno de los proyectos actuales de Ortiz se centra en el estudio de agaves. Esta planta ancestral de gran importancia cultural, con 220 especies diferentes, es uno de los grupos más grande de suculentas del planeta, explica. Desafortunadamente, el éxito comercial desbocado del tequila y el mezcal ha incrementado el numero plantaciones utilizando solo unas pocas especies utilizadas para su produccion, amenazando y destruyendo los hábitats de muchas especies silvestres y sus ecosistemas.
Para Ortiz, su investigación no se trata sólo de agricultura ancestra o ecosistemas ancestrales, sino de una forma de vida, una forma de proteger la cultura y conservar los ecosistemas para honrar al mundo natural y a nuestros antepasados. Aunque lejos de Sonora, viviendo en Chicago, siempre encuentra su camino a casa en el Valle del Mayo, en la tierra ancestral Yoreme, donde continúa visitando su comunidad para respetar y honrar a quienes una vez brindaron un nuevo hogar, una familia y una cultura a su familia.